Ministerio Pastoral
Universidad Cristiana Logos
Blog de Estudios
Escrito por: Rubén Posligua Morales MSc.
Parte 1
La historia de la Torre de Babel (Gen. 11:1–9) es simultáneamente una de las narraciones de la Biblia más conocidas y la menos entendida. Los niños aprenden de ello en la escuela dominical como el tiempo en que Dios confundió los idiomas humanos en la tierra.
Después del diluvio, Dios repitió el mandamiento que les dio a Adam y Eva de llenar la tierra. Intentaba impulsar la propagación de su influencia de gobierno a través de la humanidad. Una vez más, no funcionó. La gente rehusó.
Tenían rebelión en sus corazones, tenían una mejor idea, o así pensaban. Para evitar ser esparcidos decidieron construir una torre (Gen. 11:4). La lógica parece extraña. Claro, una torre asombrosa los haría famosos (Gen. 11:4), pero ¿cómo evitaría eso la dispersión por la tierra?
La respuesta está en la torre. Los eruditos y arqueólogos bíblicos saben que la antigua Babilonia y las ciudades que la rodean construían torres llamadas zigurats. El propósito de los zigurats era de proveer lugares donde la gente podía reunirse con sus dioses. Eran parte de las zonas del templo.
En vez de hacer el mundo como el Edén para esparcir el conocimiento y el dominio de Dios en todo lugar la gente quería traer a Dios a un solo lugar. Eso, no era el plan de Dios, y no estaba complacido. De ahí su declaración otra vez a los miembros de su consejo: “Vamos, bajemos y allí confundamos su lengua” (Gen. 11:7, énfasis añadido).
Así lo hizo Dios, y toda la humanidad fue separada y esparcida. El incidente explica cómo surgieron las naciones que están listadas en un capítulo anterior en Génesis 10. Esa es la historia que la mayoría de los cristianos conocen. Ahora toca la que no conocen.
En las cercanías de Hoddam Castle, Dumfrieshire (Escocia), había una torre llamada “La Torre del Arrepentimiento”. Se refiere que en cierta ocasión un barón inglés, al caminar cerca de ese castillo, vio a un pastorcito que estaba tendido sobre el césped y leyendo atentamente la Biblia.
¿Qué estás leyendo, muchacho? preguntó el transeúnte.
La Biblia, señor, respondió el niño.
¡La Biblia! Tú debes ser más sabio que el cura párroco. ¿Puedes decirme cuál es el camino para ir al cielo?
En seguida el pastorcito, sin desconcertarse por el tono burlón de aquel hombre, repuso: Sí señor, puedo: usted debe tomar el camino hacia aquella torre.
El barón se dio cuenta de que el niño había aprendido muy bien la lección de su Libro, y después de pronunciar una insolencia siguió su camino en silencio. Lector: ¿Ya has estado en “La Torre del Arrepentimiento”? Si no … pues ya sabes: debes entrar en ella …N. T. Anecd.
Grandes Bendiciones para cada uno de ustedes espero que este tema cause un interés para llegar a la conclusión de este Blog.