Ministerio Pastoral
Universidad Cristiana Logos
Blog de Estudios
Escrito por: Rubén Posligua Morales MSc.
Parte 2
Las relaciones interpersonales se rompen. Todo comenzó cuando Adán y Eva rompieron su relación con Dios.
Dios creó a Adán y a Eva y los colocó en el Edén, un huerto celestial. Todo era perfecto y completo: su mente, su cuerpo, su hogar, su relación con Dios, y la relación entre ellos.
Dios solamente les dio una regla: podían comer de cualquier árbol, excepto de uno: el árbol del conocimiento del bien y del mal. Un día Adán y Eva eligieron transgredir esa regla, y en ese momento de desobediencia, su mundo perfecto desapareció.
Su rebelión introdujo el pecado en el mundo; y con el pecado, vino la muerte, el dolor, la confusión, la frustración, la vergüenza, el quebrantamiento, todo lo que experimentamos cuando las relaciones interpersonales fracasan.
Pero Dios no dejó de amarnos, y tampoco nos dejó en esa condición. Se rompió la única relación que nunca debería haberse roto, la única relación que no tenía necesidad de romper su relación con el Señor Jesús, su Hijo, para que nuestra relación con él pudiera ser restaurada.
¿Alguna vez lo pensaste de esa forma? Dios le dio las espaldas a su hijo amada el Señor Jesús mientras colgaba de la cruz por nuestros pecados.
La relación perfecta e impecable que siempre habían disfrutado se hizo trizas mientras el Señor Jesús pagaba con su vida por nuestra ingratitud y rebeldía.
Pero eso no fue lo único que se rompió: en el templo, el velo que separaba a las personas de la presencia de Dios se rasgó en dos. El velo rasgado fue la señal de Dios a su pueblo de que una vez más, podrían disfrutar una relación íntima con él.
Solamente a través de esa relación restaurada con Dios por medio de Jesús podemos tener la esperanza de restaurar nuestra relación con otros.
Las relaciones interpersonales se quiebran porque tenemos un enemigo. Tenemos el mismo enemigo hoy que Adán y Eva: el diablo, que “como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” 1 Pedro 5:8.
Con sus mentiras, tentó a Adán y a Eva para que comieran del árbol de la vida, y nos tienta a nosotros exactamente de la misma manera. Quiere que pensemos lo peor, incluso de nuestros amigos más cercanos.
Trata de engañarnos para que creamos que tenemos toda la razón y que los demás están completamente equivocados. Usará cualquier estrategia para romper nuestra relación con Dios y con otras personas.
Se deleita cuando engaña a amigos para que crean que son enemigos, cuando, en realidad, él es su enemigo en común. La buena noticia es que el Señor Jesús vino para deshacer las obras del diablo 1 Juan 3:8.
A través de Cristo, tenemos el dominio para luchar contra las mentiras del diablo y buscar la reconciliación en nuestras relaciones interpersonales.
Gracias por el tiempo que usted ha invertido en leer este blog, espero que sea de gran bendición para su vida y nuestra relación con nuestro Señor Jesús.