Ministerio Pastoral
Universidad Cristiana Logos
Blog de Estudios
Escrito por: Rubén Posligua Morales MSc.
Parte 2
Principios fundamentales. Los conceptos básicos de Gracia y de Ley se han expuesto ya en la sección soteriológica de esta obra, en lo que antecede del estudio presente, y en el estudio siguiente. El propósito de este párrafo es el de poner de relieve el análisis que Pablo hace de los dos sistemas: a) la de las obras que se relaciona con un concepto equivocado de la Ley; b) la de la fe que surge de una comprensión humilde y exacta de la obra de Dios.
1) El judaísmo oficial del primer siglo de nuestra era corresponde a la segunda clase
2) de israelitas mencionada en la página 293 de este estudio, y cuyos rasgos analiza Pablo en Rom. 9:30–10:3. Estos judíos habían reducido la «ley» a un conjunto de mandatos y de reglamentos externos, creyendo que ellos mismos eran los favorecidos por Dios, siendo capaces por sus circunstancias para cumplir las exigencias externas del sistema, constituyéndose «la gente de la ley», y muy separados de publicanos, pecadores y gentiles.
Ya hemos visto que, al ver el término «ley» en Romanos, Gálatas, etc., hemos de pensar normalmente en los conceptos que corresponden a Ex. cap. 19 en adelante, pero el «sistema legal» de los judíos significa el aprecio equivocado que éstos tenían de los mandamientos divinos.
Los adherentes a este sistema son «los que obran», esperando recibir su salario (Rom. 4:4); se llaman «los de la Ley» en Rom. 4:14 y «cuantos son de (la sustancia de) las obras de la Ley» en Gálatas 3:10.
En marcado contraste con estos legalistas se hallan aquellos que nacieron (de la sustancia) de Dios (Juan 1:13), que son «de él», estando en Cristo Jesús, el cual les ha sido hecho sabiduría de Dios: justicia, santificación y redención (1 Corintios 1:30).
En todos estos casos la preposición determinante es ek, «de la sustancia de», o «sacado de». En Rom. cap. 4 y Gálatas cap. 3 Pablo insiste en la incompatibilidad entre estas dos clases de personas.
O aceptan la Ley «a su manera», creyendo que han de salvarse por ella, o se dan cuenta de la nulidad de la carne, y, arrojando de sí toda idea de mérito, se someten a Dios, aceptando las más elevadas normas de justicia, y llegan a Cristo para ser justificados por la fe. Así pasan a ser hijos de Dios por la fe (Gál. 3:22–29).
Repetimos que la gracia señala la obra gratuita de Dios, que brota de su naturaleza de amor. La fe se acoge a la potencia de la gracia. Quienes rebajan las demandas de la Ley, procurando llegar por medio de sus esfuerzos al bajo nivel que se han propuesto, siempre tendrán que preguntar como el joven rico: «¿Qué cosa buena (más) he de realizar para poseer la vida eterna?» (Mat. 19:16).
Ninguno de ellos puede saber nunca si ha «cumplido» bastante, o si queda algo más que realizar. Es la «religión de Caín», de aquellos que quieren dar algo a Dios sin someterse para recibir el Don de Dios.
O se obra con el fin de ganar un salario incierto, o se descansa por la fe en Cristo y en su obra, recibiendo la justificación como galardón. Pablo enseña que los dos principios son antagónicos, siendo imposible mezclar la religiosidad humana con las condiciones del don de la vida eterna que el creyente recibe en Cristo (Rom. 4:4 y 5).
Al terminar este tema tan importante para nosotros el poder entender este pacto tan especial con el Rey David, los espero la semana que viene con otro tema importante para nuestros ministerios, Grandes bendiciones.