Ministerio Pastoral
Universidad Cristiana Logos
Blog de Estudios
Escrito por: Rubén Posligua Morales MSc.
Parte 2
Los términos del pacto. Como parte integrante de las promesas concedidas por Dios a Abraham, siempre se predice que sus descendientes han de ser una nación grande que habitaría tierra peculiar, señalada después como Canaán (Gén. 12:1, 2 y 7; 13:14–17; 15:7, 18–20; 17:4–10; 22:15–18, etc.).
Al mismo tiempo no se limita el pacto a las promesas terrenales y a la descendencia natural, y Pablo (Rom. cap. 4) discierne tres «familias» de Abraham:
1) la natural, que coincide con la nación externa e histórica de Israel;
2) el resto fiel, que constituye la realidad espiritual de la descendencia, siendo familia tanto por el proceso natural como por la fe;
3) los gentiles que habían de recibir el Evangelio, colocando su fe en el Mesías. La nación externa es una necesidad histórica sin la cual no podría obrar el resto fiel y espiritual, pero sus miembros no se relacionan necesariamente con Dios en sentido individual, ya que, desde el principio: «no por ser descendientes de Abraham son todos hijos» (Rom 9:7).
Aleccionados por Pablo en Rom. caps. 2; 4 y 9–11; Gál. cap. 3, etc., podemos percibir indicaciones de la naturaleza espiritual del pacto que de otra forma quizá no percibiríamos.
1) Se anuncia el «Evangelio» ya en Gén. 12:1–3, puesto que la bendición final alcanza a «todas las familias de la tierra»: punto que recoge Pablo en Gál. 3:7 y 8. El instrumento (Israel) se separa de las naciones, pero sólo con el fin de conservar la Palabra y traer al mundo al Ungido, Cristo y Salvador.
2) Se destaca la justificación por la fe. Volveremos a considerar la fe, como medio de recibir las bendiciones del Pacto, pero Pablo halla una perfecta ilustración de la justificación por la fe en Abraham, cuya fe le fue contado por justicia (Gén. 15:6; Rom. 4:1–5, 9–22). En vista del «Sacrificio eterno», determinado en el consejo de Dios antes de los tiempos de los siglos, el hombre de fe siempre podía recibir las bendiciones fundamentales del Evangelio.
3) La relación personal entre Dios, Abraham y el pueblo. Al introducir el tema de la señal de la circuncisión, Jehová dice a su siervo Abraham: «Estableceré mi pacto entre mí y ti y tu descendencia después de ti… para ser tu Dios… y seré el Dios de ellos» (Gén. 17:7 y 8).
He aquí el meollo del pacto, que pasará íntegramente al pacto sinaítico. Se establece una relación tan íntima entre Abraham (y la descendencia de Abraham) y su Dios, que llegará a compararse con la unión del matrimonio, o con los enlaces que unen al padre con los hijos.
Los israelitas nunca guardarían el pacto en el sentido de cumplir todas las condiciones legales y morales del Sinaí, pero siempre les sería posible manifestar su lealtad al Dios único, al Jehová del pacto, conservando una postura de humildad y de fe. El concepto atraviesa todo el Antiguo Testamento y llega a su sublimación en el Nuevo Testamento valiéndose Pablo de las palabras antiguas: «Moraré entre ellos y entre ellos andaré; y seré su Dios y ellos serán mi pueblo… Seré para vosotros Padre y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso» (2 Cor. 6:16–18; Lev. 26:12; Ez. 37:27).
Espero haber generado más dudas para poder investigar más sobre importante tema, gracias por vuestro tiempo, Bendiciones.
Síguenos en nuestras redes sociales...