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Escrito por: Rubén Posligua Morales MSc.

Parte 1

La importancia de este pacto. El llamamiento de Abraham (Gén. 12:1–3) señala el principio de la obra del pueblo de Israel en el plan de la redención. Las naciones, según la diagnosis de Pablo en Rom. 1:18 y ss., se dejaron seducir por la idolatría, una de las mentiras más típicas de las operaciones satánicas.

La descendencia de Abraham había de ser cauce que recogiera la revelación de Dios y que la conservara hasta la manifestación del Mesías. Desde este momento en adelante el pueblo de Israel llega a ser el eje de la obra de Dios entre los hombres.

Existe ahora el paréntesis de su rechazamiento, pero Israel era y será «siervo de Dios» para el cumplimiento de los propósitos divinos en la historia del hombre en la tierra. El hecho es tan trascendente que se anuncia por la promesa-profecía de Gén. 12:1–3, se confirma por el pacto de Gén. 15, recibe la señal de la circuncisión (cap. 17), añadiéndose además otra confirmación por medio de un juramento solemne después de la ofrenda de Isaac (Gén. 22:15–18).

Por medio del pacto Dios se compromete a sí mismo a cumplir la promesa, dando a Abraham todas las seguridades posibles. Como veremos, sólo Dios obra, vislumbrándose siempre la meta de la consumación del pacto de gracia cuando Cristo se ofreciera a sí mismo como Cordero de Dios que lleva y quita el pecado del mundo (Juan 1:29).

El momento histórico. El gran comentador sobre los pactos es el mismo apóstol Pablo, y debiéramos leer no sólo Génesis cap. 15, sino también Rom. cap. 4 y Gál. cap. 3, con el fin de comprender el momento histórico encasillado en su lugar en el gran Plan de la Redención.

Agradó a Dios poner la fe de Abraham a prueba, pues aun insistiendo en que el cumplimiento de las promesas dependía de la descendencia «según la promesa», no concedió hijo a Abraham y Sara. Pasaron años antes de que la promesa fuese confirmada por el pacto, y más todavía hasta que naciera Isaac, como obra milagrosa del poder y de la gracia de Dios, ya que sus padres habían pasado la edad de engendrar hijos.

Abraham había sido muy bendecido de otras formas, y acababa de derrotar poderosos reyes por medio de su pequeño ejército, pero lamenta: «Mira que no me has dado prole…» (Gén. 15:3).

En tal momento Dios le hizo ver las incontables estrellas del Cielo, afirmando: «Así será tu descendencia.» Abraham «creyó a Dios y le fue contado por justicia», pero, con todo, Dios se dignó concederle la confirmación del pacto, diciendo, en efecto: «De la manera en que los hombres garantizan el cumplimiento de lo prometido, así lo haré contigo.» Ya hemos visto que los sacrificios, las «víctimas del pacto», confirmaban los pactos más solemnes.

Espero que se encuentren muy bien, y que nuestro Señor y Salvador Jesucristo Bendiga Grandemente su vida y los espero en la conclusión de este blog.

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