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Blog de Estudios

Escrito por: Rubén Posligua Morales MSc.

Parte 1

Miren por ustedes mismos, no vaya a ser que no tengan la gracia salvadora de Dios que ofrecen a los demás, y sean extraños a la obra efectiva de ese evangelio que predican. No sea que, mientras proclaman al mundo la necesidad de un Salvador, sus propios corazones la descuiden y se pierdan del interés en Él y sus salvíficos beneficios.

Miren por ustedes, no vaya a ser que perezcan mientras llaman a otros a cuidarse de perecer, y no sea que mueran hambre mientras preparan alimento para ellos. Aunque existe una promesa de resplandecer como el firmamento para aquellos que enseñan justicia a la multitud Daniel 12:3, esta supone que primero se han enseñado ellos.

Considerándolo de forma simple, su propia sinceridad en la fe es la condición para su gloria, aunque sus grandes labores ministeriales puedan ser una condición para la promesa de una gloria mayor.

Muchos han advertido a otros para evitar que vayan al lugar de tormento mientras ellos mismos se apresuraban hacia él. Muchos predicadores están ahora en el infierno, habiendo llamado cientos de veces a sus oyentes a tener el mayor cuidado y diligencia para escapar del mismo.

Puede alguien razonable imaginar que Dios debería salvar a las personas por ofrecer la salvación a otros mientras la rechazan ellos mismos, y por decirle a otros esas verdades que ellos mismos descuidan y abusan.

Muchos sastres que van en harapos elaboran ropas costosas para otros, y muchos cocineros apenas se llamen sus dedos cuando han cocinado los platos más caros para otras personas.

Créanlo, hermanos, Dios nunca salvó a nadie por ser un predicador, ni porque ser un predicador capaz, sino porque era una persona justificada y santificada, y, consecuentemente, fiel en la obra de su Maestro.

Miren por tanto por ustedes, primeramente, de que sean aquello que persuaden a sus oyentes a ser, y crean aquello que persuaden a sus oyentes a creer.

Tengan en el corazón a ese Salvador que ofrecen. Aquel que les ordenó amar a su prójimo como a ustedes mismos suponía que ustedes mismos se amarían, y que no se aborrecerían y destruirían a ustedes mismos y a su prójimo.

Es algo temible ser un creyente nominal sin estar santificado, pero es más terrible ser un predicador no santificado. No les hace temblar cuando abren la Biblia el hecho de que puedan estar leyendo la sentencia de su propia condenación.

Cuando escriben sus sermones, poco se imaginan que están escribiendo acusaciones contra sus propias almas; que cuando están argumentando contra el pecado, están agravando los suyos propios; que cuando proclaman a sus oyentes las inescrutables riquezas de Cristo y su gracia, están publicando su propia iniquidad al rechazarlas y su infelicidad al estar destituidos de ellas.

Gracias estimados Hnos. por el tiempo que dedican a leer este blog si le ha parecido de aporte para su vida, escriban a la universidad y daré respuesta a sus preguntas, los espero en la conclusión es este tema bendiciones.

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