Ministerio Pastoral
Universidad Cristiana Logos
Blog de Estudios
Escrito por: Rubén Posligua Morales MSc.
Parte 1
La amargura es el pecado más fácil de justificar y el más difícil de diagnosticar porque es razonable disculparlo ante los hombres y ante el mismo Dios.
A la vez, es uno de los pecados más comunes, peligrosos y perjudiciales y como veremos el más contagioso.
En el griego del Nuevo Testamento, “amargura” proviene de una palabra que significa punzar. Su raíz hebrea añade la idea de algo pesado.
Finalmente, el uso en el griego clásico revela el concepto de algo fuerte. La amargura, entonces, es algo fuerte y pesado que punza hasta lo más profundo del corazón.
La amargura no tiene lugar automáticamente cuando alguien se ofende, sino que es una reacción no bíblica es decir pecaminosa a la ofensa o a una situación difícil y por lo general injusta.
No importa si la ofensa fue intencional o no. Si el ofendido no arregla la situación con Dios, la amargura le inducirá a imaginar más ofensas de la misma persona.
La amargura es una manera de responder que a la larga puede convertirse en norma de vida.
Sus compañeros son la autocompasión, los sentimientos heridos, el enojo, el resentimiento, el rencor, la venganza, la envidia, la calumnia, los chismes, la paranoia, las maquinaciones vanas y el cinismo.
La amargura es resultado de sentimientos muy profundos, quizá los más profundos de la vida. La razón por la que es tan difícil de desarraigar es triple:
En primer lugar, el ofendido considera que la ofensa es culpa de otra persona y muchas veces es cierto y razona: “El/ella debe venir a pedirme disculpas y arrepentirse ante Dios. Yo soy la víctima”.
El cristiano se siente culpable cuando comete un pecado. Sin embargo, no nos sentimos culpables de pecado por habernos amargado cuando alguien peca contra nosotros, pues la percepción de ser víctima oscurece cualquier sentimiento de culpa.
Por lo tanto, este pecado de amargura es muy fácil justificar.
En segundo lugar, casi nadie nos ayuda a quitar la amargura de nuestra vida. Por lo contrario, los amigos más íntimos afirman: “Tú tienes derecho… mira lo que te ha hecho”, lo cual nos convence aun más de que estamos actuando correctamente.
Finalmente, si alguien cobra suficiente valor como para decirnos: “Amigo, estás amargado; eso es pecado contra Dios y debes arrepentirte”, da la impresión de que al consejero le falta compasión recuerde, que el ofendido piensa que es víctima.
Gracias por leer este importante tema, los espero en la conclusión de este Blog, Bendiciones.