Ministerio Pastoral
Universidad Cristiana Logos
Blog de Estudios
Escrito por: Rubén Posligua Morales MSc.
Parte 2
La dirección y la obediencia cristianas siempre son una cuestión de ir paso a paso. Ellos fueron a Galilea sin saber cuál iba a ser el siguiente paso, igual que le ocurrió a Abraham en Génesis 12, cuando dio un paso de fe sin saber a dónde iba. Siempre vamos con las instrucciones en sobre cerrado y nunca vemos desarrollado delante de nosotros el diseño completo de nuestra vida futura. Andamos por fe y no por vista.
En ese lugar de obediencia se nos dice con toda sinceridad que algunos tenían dudas. A menudo sucede que al ir con fe y con un cierto residuo de duda descubrimos de verdad lo real que es Dios, y así nuestras dudas comienzan a disiparse.
A estos hombres les llevó un cierto tiempo el que la evidencia del Señor resucitado se convirtiera en una fuerte convicción. La mayoría de nosotros, a lo largo de nuestro peregrinaje cristiano, repetirá el grito de aquel padre del que hablan los evangelios: “Señor, creo; ayuda mi incredulidad”.
Pero, aunque algunos dudaran, el elemento principal de este encuentro fue una rodilla doblada en adoración. Para los discípulos fue un momento nuevo con su Señor recién resucitado. Vivimos en unos tiempos en los que la adoración ha sido resucitada con todo su gozo e importancia.
Pero siempre acecha el peligro de la adoración vacía y las palabras sin sentido. Adorar a Dios es decirle que es digno, y en ese acto mismo de doblar nuestras rodillas nos estamos dedicando a él para salir a servirle.
Junto a la rodilla doblada va el oído abierto. La adoración alcanza su culminación cuando aprendemos cosas nuevas, de modo que podamos adorar más.
La enseñanza se encuentra en el corazón de la actividad de la iglesia y con demasiada frecuencia escasea. Casi existe la sensación de que aprender demasiado podría estropear nuestra relación con el Señor y hacer que nuestro amor menguara. Pero para el cristiano la felicidad no está en la ignorancia. Estos discípulos, antes de ser encomendados, fueron enseñados nuevamente.
Durante los cuarenta días con el Señor resucitado se les habían recordado las grandes verdades de la Escritura y se les había dado la enseñanza que actualmente está preservada en el Nuevo Testamento. La nueva verdad que estaban aprendiendo allí era la autoridad de Jesús en todo el mundo, que se extendía hasta la eternidad.
Aprender una verdad así es estar comprometido con su proclamación. En el Nuevo Testamento, las iglesias más animadas eran siempre las iglesias que estaban bien instruidas.
En cierto sentido las pretensiones de nuestro Señor en este pasaje solamente son posibles gracias a que él ha pasado por el Calvario. Jesús sabía que el mundo no podía ganarse mediante ningún atajo. Esta era la batalla que él libró con Satanás en el desierto.
La conciencia de la grandeza del amor de Dios en la auto entrega de Jesús es la motivación constante para el servicio y el sacrificio cristianos.
Gracias por el tiempo que usted invirtió en esta lectura, espero que sea de gran bendición para su vida.