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Escrito por: Rubén Posligua Morales MSc.
Parte 2
En el momento en que proclamaron este absurdo estaban, en realidad, bajo cuatro sistemas diferentes de esclavitud.
Esclavizados a su propia corrupción de la Ley Mosaica. La ley nunca fue dada como un camino de salvación (Gá 2:16), sino que fue concedida para mostrar que el hombre es un pecador y necesita un salvador. Sin embargo, los judíos religiosos guardaban meticulosamente la ley para la salvación y, en consecuencia, se habían convertido en esclavos de un sistema de legalismo, salvación por obras.
Esclavizados a un sistema religioso. Palestina se había convertido en una unión de judaísmo y gobierno, una combinación letal de dogma y política. Todas las personas que se negaban a conformarse al sistema religioso se convertían en parias. El propósito principal de la Ley Mosaica como código de libertad era negado.
Esclavizados por el imperio romano. Como provincia de Roma, Judea estaba a la sombra del águila romana. Las legiones de Tiberio en las calles de Jerusalén eran un constante recordatorio de su cautiverio.
Y finalmente, estaban en la esclavitud espiritual del pecado.
Qué tremenda oportunidad para que el Señor Jesucristo desacreditara la engañosa afirmación que acababan de pronunciar estos legalistas. ¿Qué de los cuatrocientos años de esclavitud en Egipto? ¿Qué de los setenta años de cautiverio en Babilonia? Si los judíos nunca han sido esclavos de nadie, ¿cómo podían explicar la legión romana afincada en Jerusalén?
Lo que más prevalecía era la esclavitud de su propio legalismo. ¡Consideremos las prohibiciones del sabbat! Bajo tales restricciones legalistas, un barril que goteaba no podía ser tapado, aunque se perdiera el mejor vino.
Si alguien era apuñalado en el sabbat, su herida no podía ser tratada, y lo más probable es que la persona se desangrara hasta morir. No se permitía ninguna actividad en el sabbat. He aquí una completa esclavitud a la religión.
Las restricciones del sabbat que se encuentran en la Mishná y el Talmud, los libros que contienen el cuerpo de la ley oral judía, son extensas y en muchos casos ridículas. Por ejemplo, en el sabbat se prohibía a un judío cocinar un huevo cubriéndolo con arena caliente.
Aparentemente la gente intentaba evadir la ley contra la cocina en el sabbat. Si uno viajaba el viernes en una caravana de un pueblo a otro y llegaría a destino justo cuando el sol se pusiera, se podría aflojar la cincha de la mula, pero la carga de la mula no podría quitarse a menos que cayera al suelo. En ese caso, el bulto debía permanecer en el suelo hasta que terminara el sabbat.
Lejos de ser salvos por la Ley Mosaica, los judíos estaban bajo la esclavitud de la ley; estaban bajo la esclavitud de sus líderes religiosos; estaban bajo la esclavitud del imperio romano. Jesús, sin embargo, en su amabilidad no mencionó ninguna de tales circunstancias.
Se centró en el tema principal: el Evangelio. Aunque el preámbulo del Evangelio es Romanos 3:23, «Por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria la rectitud perfecta de Dios», Jesús no mencionó los pecados personales de los fariseos.
Si eres creyente en el Señor Jesucristo y deseas que otros encuentren a Cristo como Salvador, no hagas hincapié en sus defectos, sus malos hábitos ni sus fracasos. Tú también tienes defectos.
Nunca cultives una actitud de soy-más-santo-que-tú. Un creyente arrogante y autorrecto oscurece el interés principal en la salvación. La única cuestión al testificar es que Jesucristo murió como sustituto de tus pecados y de los míos.
Pero Dios demuestra su amor para con nosotros, en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros como nuestro sustituto. (Ro 5:8).
Jesucristo mismo demostró este punto al tratar con aquellos religiosos no creyentes. No les habló de su esclavitud al imperio romano, un asunto político; su rectitud relativa, un asunto personal; o la Ley Mosaica, un asunto religioso. Podría haberse explayado ampliamente sobre cada uno de estos. Sin embargo, habló de la esclavitud fundamental de toda la raza humana: el pecado.
Después de entender sobre los principios de la esclavitud, mi pedido es que en nuestras vidas gocemos y agradezcamos todo lo que nuestro Señor Jesús nos ha otorgado, Bendiciones.