Ministerio Pastoral
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Blog de Estudios
Escrito por: Mario Restrepo Ordoñez
Un libro bien centrado en la fe cristiana. Muy claro y además totalmente Cristo céntrico – Bibliocéntrico en sus conceptos, donde nos muestra diferencia entre la fragilidad basado en la “probabilidad” que nos trae el mundo y la certeza como cristianos cuando nuestra vida descansa en la seguridad de la palabra de Dios. (1 Tsl.5.9-10)
Teniendo esa seguridad en la infinita misericordia de Dios, entendiendo que no solo tenemos una seguridad futura, sino también vemos como el Señor está, y quiere estar al tanto de todos nuestros planes, de todo aquello que emprendamos ahora, en el día a día.
Como cristianos entendemos y sabemos que nuestra seguridad o esperanza no solo es futura, sino también presente.
El hecho de ya tener una esperanza futura, nos debe llevar a tener una seguridad y esperanza presente.
Dios Todopoderoso sabe perfectamente que me sucederá ahora mismo, pero también mañana. (Stg.4.15)
Dios no solo está involucrado en si viviré, sino también en lo que haré; en todo lo que tenga que ver con mi ser y hacer, llámese salud-enfermedad, finanzas, familia, ministerio y demás.
El libro mismo lo dice: “Ven a la Roca”, como una invitación a venir y a entender que Cristo es la roca, es la estabilidad, esperanza presente y futura en medio de esta situación de pandemia y cualquier otra que se nos presente.
1Pe.1.25 nos habla de que la Palabra de Dios permanece por siempre. Es una maravillosa seguridad saber que estoy construyendo mi vida, mis finanzas, mi familia, mi ministerio sobre aquello que permanece para siempre; esto me da y nos da la solidez para resistir y afrontar cualquier situación. Escuchando y creyendo en Su Palabra.
La tecnológica y los científicos buscaran fórmulas racionales para encontrar la veracidad de las Escrituras, pero no es a través del racionalismo que llegamos a tener una experiencia con Jesucristo, sino a través del creer, degustar, saborear y deleitarnos en la Palabra de Dios que sentiremos esa seguridad de no estar dando un salto al vacío, sino al contrario estaremos pisando sobre un fundamento firme y verdadero en una experiencia personal con Cristo.
Partiendo del hecho de tener a Dios que no miente y que la Escritura no puede ser quebrantada (Jn.10.35), tenemos la seguridad de la veracidad de las Escrituras. Hay valores trascendentes e infinitos; atributos como la santidad, la rectitud y la bondad que están entrelazados.
La Santidad de Dios es Su propia trascendencia, y Su existencia no depende de nada ni nadie. Existe por sí mismo, sin ser Dios solitario y/o falto de amor.
La Rectitud en El, es El mismo, entendiendo que Dios no se puede negar a sí mismo. (2Tim.2.13).
La Bondad está entrelazada a las dos anteriores. Dios es generoso en sobremanera, haciendo el bien, bendiciendo a los seres humanos. Una bondad gratuita e inmerecida.
El Coronavirus no nos muestra que Dios como no sea santo, recto o bondadoso, sino a un Dios que, así como el Sol sale sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos, este virus también toca a toda la humanidad.
Dios es soberano y todo sucede porque Dios lo permite y quiere que suceda, y de ahí que podamos ver y sentir esto como una “Providencia Amarga”, como la llama el autor del libro.
Dios decreto el virus, pero está en control del virus, Él lo gobierna y también lo termina. Hoy respiramos, mañana posiblemente no lo hagamos, porque esto es regalo de Dios. Si el Señor quiere viviremos (Stg.4.15).
Lo que satanás propone para hacer el mal, Dios lo dispone para bien.
Si Dios no fuese soberano sobre el sufrimiento, entonces todas las cosas no nos ayudarían para bien.
En Cristo somos hijos valiosos. Tenemos el único y verdadero Dios que nos advierte, pero al mismo tiempo nos alienta a la victoria sobre cualquier calamidad, situación que se nos presente.
En el mundo tendremos aflicciones (Jn.16.33)
El pecado es la razón de la existencia de toda miseria física. Todo era perfecto, pero desde Génesis 3 todo se echó a perder.
Tenemos una grande esperanza y promesa que el enjugará toda lagrima de los ojos (Ap.21.4), pero por el momento todo está en juicio; mueren cristianos, se enferman, son secuestrados y se contagian; pero hay límites para satanás. Dios es Dios soberano sobre todo, y satanás solo puede actuar hasta donde Dios se lo permita.
Dios está gritando a la iglesia: ¡Despierta!, porque el juicio comienza por casa, entendiendo que para la iglesia no es un juicio de castigo, sino de “Purificación”.
Es tiempo de examinar nuestros corazones y nuestra forma de vivir.
(Ro.8.1) No hay condenación para los que andan en Cristo Jesús. Dios es Padre que disciplina, mas no destruye a aquellos que andemos en Cristo.
El libro es claro acerca de las señales de los últimos tiempos, haciendo notoria la segunda venida en gloria y poder de Jesucristo, el Hijo de Dios.
La segunda venida es un hecho.
En Mt.24.7, Jesús nos habla acerca del “Comienzo de Dolores”. La tierra gime, y nosotros aguardamos nuestra adopción como hijos de Dios.
Es un tiempo de “Purificación”, y de estar alertas y vigilar.
La palabra es muy clara cuando nos advierte: “manténganse alertas, despiertos, vigilando y orando (Mc.13.33-37)
Es un tiempo de estar preparados porque no sabemos ni el día ni la hora.
Dios siempre está buscando que nadie se pierda, y el Coronavirus es un llamado lleno de bondad, misericordia para que nos arrepintamos, el mundo se arrepienta y estemos listos para Su segunda venida.
Los desastres son llamados bondadosos de Dios al arrepentimiento.
El relato en Lc.13.1-5 es un mensaje claro y directo de advertencia a las consecuencias de no arrepentirse, entendiendo que es solo para algunos, sino para todos.
Dios viene hablando por medio de cada circunstancia que afecta a la humanidad, incluyendo el Coronavirus. Debe haber un arrepentimiento mundial, incluyendo el pueblo de Dios, su iglesia y entendiéndolo como una profunda transformación en la manera de ver y valorar a Dios Padre, y no simplemente un cambio de opinión. Debe ser una genuina valoración transformadora, atesorando a Dios con todo nuestro ser, por encima de cualquier otro ser u otra cosa.
El Coronavirus nos ha mostrado como nada en este mundo nos puede brindar seguridad y satisfacción. Hemos perdido la libertad de movernos, abrazar, la economía colapsa, nuestras relaciones deben ser a distancia, con la única razón de parte de Dios de entender que nuestra búsqueda y seguridad solamente la encontraremos en Cristo. Es en El que encontramos la paz que el mundo no nos puede ofrecer. La humanidad debe aprender a buscar a través de los diferentes acontecimientos catastróficos el propósito Divino. La confianza no está en una vacuna, sin querer decir que es bueno, pero nuestra confianza debe estar sobre la roca, en Cristo Jesús.
Estos son tiempos donde la iglesia se debe hacer presente, se debe hacer sentir mediante las buenas obras, buenas obras en medio del peligro.
A través de los tiempos los cristianos han mostrado tener la respuesta, y mostrar a Cristo a través de acciones apropiadas para el beneficio de los demás. No a la autocompasión y menos al egoísmo. Es tiempo de salir de las cuatro paredes para traer alivio al desconsolado. Tenemos trabajo que hacer.
La confianza y obediencia en Su Palabra traerá buenos y sabios propósitos a través de Su soberanía y nuestro servicio. Es necesario que dejemos nuestra comodidad, salgamos y hagamos la obra mostrando el amor de Cristo.
Los contratiempos de la humanidad siempre son y serán ocasiones para avanzar.
Este libro es un recordatorio claro y conciso acerca de la seguridad que tenemos los cristianos en Cristo y lo desamparada que se encuentra la humanidad que vive sin Dios y sin ley.
Nos fortalece en la fe a aquellos que creemos y no ponemos en duda la Palabra de Dios. Es un libro maravilloso, entretenido, fácil de asimilar para los que nos deleitamos en Cristo y en las santas Escrituras.
Es un libro que de igual manera nos llama a la cordura, al autoanálisis espiritual, a entender que estamos a las puertas de la segunda venida de Jesucristo, mirando por medio de estos acontecimientos que no es tiempo de estar jugando a ser cristianos, ni de estar jugando a ser iglesia, sino de tomar verdaderamente el estandarte de la Fe y ondearlo en lo más alto para que la humanidad entienda que es El tiempo de alzar los ojos a los montes, porque nuestro socorro viene del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, que hicieron los cielos y la tierra.
Es un libro para cristianos, pero no tiene la fortaleza para convencer al inconverso de su situación espiritual y de las graves consecuencias que su postura ante Dios tendrá para la eternidad. Al inconverso, al escéptico no podemos llegarle con la palabra escrita, sino por medios de convencimiento científicos muchas veces; mostrándoles a la luz de los diferentes hallazgos científicos y arqueológicos la veracidad, utilidad de la Palabra de Dios para sus vidas y la humanidad. Me atrevería a decir que una persona no cristiana no terminaría la lectura completa.