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Escrito por: Rubén Posligua Morales MSc.

Parte 1

Un hombre del reino es la clase de hombre que cada mañana, cuando pisa el suelo, el diablo dice: «¡Ay, no, ya se levantó!».

Cada día, cuando un hombre del reino sale de su casa, el cielo, la tierra y el infierno se dan por enterados.

Cuando protege a la mujer que tiene bajo su cuidado, poco puede hacer ella por resistirlo.

Sus hijos lo miran con confianza. Los demás hombres ven en él alguien a quien imitar.

Su iglesia recurre a él en busca de fortaleza y liderazgo.

Es un protector de la cultura y un triunfador de la sociedad en no dejar pasar el mal y en dar la bienvenida al bien.

Un hombre que quiere llegar al reino comprende que Dios nunca dijo que la vida en santidad sería fácil; él solamente dijo que valdría la pena.

Como un jugador de fútbol que sale del túnel al campo de juego, así comienza cada día un hombre para ganarse el reino.

No solo sale al campo en una explosión de fuego, sino también domina toda oposición que se levanta contra él.

Un hombre que anhela el reino apunta directamente a un único propósito: promover el reino para el mejoramiento de aquellos que están en él, lo cual glorifica al Rey. Y procurará cumplir este objetivo a cualquier costo personal.

Cualquiera que haya jugado alguna vez o que haya seguido el fútbol sudamericano sabe que la victoria no llega solamente porque uno la desee.

La victoria se gana únicamente con sudor, agallas y sangre.

Cuando las tres cuartas partes del juego han dejado sin aire los jadeantes pulmones de los delanteros, y estropeado los cuerpos de los que llevan o siguen la pelota, y desesperando las mentes y los músculos de todos los involucrados, a menudo el triunfo llega solo mediante una total determinación.

Les llega a aquellos que saben que el agotamiento es simplemente una palabra, y que el propósito es mucho más grande que el dolor.

El fútbol sudamericano es un deporte masculino. Nadie lo duda. Es lo más parecido que hay en nuestra sociedad a una batalla organizada de gladiadores.
En él, la efusión, la fuerza y el poder se fusionan con precisión y destreza, mientras dos equipos se enfrentan en un despliegue épico de fuerza y de voluntad.

Los árbitros son únicos en cuanto a que su máxima responsabilidad no es para con los equipos que están en el campo, ni para alinearse con los planes de los jugadores.

Las obligaciones de los árbitros no tienen que ver con los que están en la lucha, ni siquiera con los que observan cómo se desarrolla la misma.

Su responsabilidad, así como su lealtad, supera, prevalece y decide por encima de todos los demás.

Si, en alguna oportunidad, un árbitro toma una decisión que favorece a alguno de los equipos o a un jugador en particular por causa de la presión de los hinchas, por influencia de los jugadores o del equipo técnico, o simplemente por preferencias personales y dicha acción no se atiene al libro, ese árbitro perderá inmediatamente el apoyo no solo de la oficina de la Liga, sino también del presidente.

Muchachos, nosotros estamos en una batalla. Están en una guerra. Lo que está en juego en esta guerra y sus víctimas es mucho más que una marca en la columna de ganancias o pérdidas.

Se perderán vidas. Se definirán eternidades. Se descubrirán o se descartarán destinos. Se realizarán sueños o se renunciará a ellos.

Jesús no le ha pedido que sea un hincha. Ya tiene cualquier cantidad de hinchas. Cada domingo a las 10:00 de la mañana, sus fanáticos se muestran con fuerza.

Aparecen en los estadios de todo el mundo, a menudo colmando su capacidad. Dentro de esos estadios hay una gran emoción, canciones sensacionales, prédica, entusiasmo, ovaciones de adulación, reconocimiento y declaraciones de apoyo.

Sin embargo, a Jesús no le interesa tener hinchas. Ningún fanático jamás ha preparado el escenario para ganar una batalla.

Jesús quiere hombres que cumplan con sus planes, su gobierno y sus pautas en un mundo en crisis.

Jesús quiere hombres que gobiernen bien.

Este reino de hombres fue intencionalmente puesto en un lugar llamado la tierra, pero ellos reciben instrucciones de la oficina de la Liga que está en el cielo.

Este grupo de hombres no se deja manipular por lo que dice la mayoría, ni por las corrientes de pensamiento más populares del momento, ni siquiera por sus preferencias personales.

Más bien, estos hombres son gobernados por el reino al cual pertenecen. Hombres que toman decisiones de acuerdo con el Libro bajo la autoridad de su presidente, el Señor Jesucristo, de manera que no se propague el caos en esta guerra llamada vida.

Quieres saber más de como poder llegar al reino de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, no te pierdas el siguiente blog, Bendiciones

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