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Escrito por: Mario Restrepo Ordoñez

Este libro me llamó la atención a partir de la frase del principio, donde se hace mención a Paul Romer, co-recipiente del Premio Nobel de Economía que dice: Es terrible desperdiciar una crisis”.

Las crisis como lo plantea este libro son oportunidades para hacer que no se hacían antes.

Son tiempos de encierro, ansiedad, temores personales, inestabilidad familiar, hogares inseguros, situaciones contrarias más de lo normal.

Países con libertad de culto están experimentando lo que aquellos países bajo dictaduras venían experimentando, donde las comunidades de fe no se pueden reunir como lo hacían. Las comunidades de fe se enfrentan a una nueva realidad, trayendo debilidad e incertidumbre a las congregaciones hispanoparlantes en todo el continente americano.

Debemos esperar cómo será el futuro próximo, porque después de una crisis las personas, congregaciones, comunidades no son las mismas. Pueden salir más fortalecidas, pero también más debilitadas, inclusive hasta desaparecer en algunos casos.

El futuro depende de cómo saco el mayor provecho, como aprovecho el tiempo en tiempo de crisis.

El autor nos invita a aprovechar bien esta crisis, reconociendo las debilidades, superarlas para así salir no solo victoriosos, sino también fortalecidos de esta pandemia.

La tecnología llegó para quedarse, y la realidad es que debido a las disposiciones gubernamentales la mayoría de las iglesias fueron forzadas a buscar alternativas en los medios tecnológicos para continuar llevando la Palabra de Dios a sus respectivas congregaciones. La virtualidad, redes sociales y otras plataformas llegaron para quedarse.

La gran mayoría son gratuitas, de fácil manejo; y teniendo en cuenta que la mayoría de los miembros de las iglesias ya contaban con internet en sus hogares y usaban redes sociales en su diario vivir.

Pero muchos de nosotros como iglesia, al igual que otras personas, entidades como colegios no esperábamos una crisis, menos un encierro y por lo tanto no estábamos preparados para hacer cambios, para hacer la transición a los medios tecnológicos.

Es triste escuchar y ver como muchas congregaciones están desapareciendo, porque sus pastores y/o lideres no han buscado soluciones dando el salto obligatorio a los medios tecnológicos, perdiendo así la oportunidad de evangelizar y compartir la Palabra de Dios, no solo a sus miembros, sino a todas las personas alrededor del mundo que también se conectan a través de estas redes sociales y plataformas virtuales.—-Esto por supuesto tiene causas y trae consecuencias.

Algunas personas, pastores y/o lideres consideran estas plataformas digitales como “mundanas”,” peligrosas” e inclusive “diabólicas”.

La radio – televisión – cine – teatro también tuvieron censura en sus comienzos como lo comento el Dr. Miguel Ángel Pabón; medios que hoy en día sirven para la propagación, evangelización y edificación de la iglesia a través del mundo. La falta de visión de los líderes, la pereza, la apatía, la falta de interés en el uso de la tecnología han contaminado a sus miembros a no querer aprender a usar los celulares inteligentes, las plataformas, las redes dejando a sus miembros a la deriva.

Me atrevo a decir que hoy en día los celulares inteligentes ya no son un artículo de lujo, sino parte importante para el diario vivir. Es como una especie de oficina móvil; ya no es solamente un aparato para recibir y hacer llamadas; Tanto así que cada día vienen con cámaras de mejor resolución para las transmisiones en vivo, precisamente porque la virtualidad ya es parte de nuestras vidas.

El autor de este libro hace un énfasis en la necesidad de invertir no solo en equipos, sino también en personas que capaciten al liderazgo, y estos a la congregación, especialmente a los adultos mayores en el manejo de estos recursos, plataformas tecnológicas. Desafortunadamente muchas iglesias hispanoparlantes no se han preocupado de hacerse conocer por medio de páginas Web, Facebook, You Tube y demás; se han quedado encerrados en los edificios proclamando el evangelio a los de la misma congregación sin abarcar más horizontes. Es urgente hacer cambios.

El autor llama la atención a la falta de visión de pastores y líderes que han estancado a los jóvenes en el desarrollo de sus capacidades, talentos ampliando el potencial evangelizador; no fijamos la mirada en muchos miembros, hombres y mujeres de la iglesia que Domingo a Domingo están sentados en una silla con capacidades y estudios en tecnología que no se han abierto a servir, dejando pasar la oportunidad de ampliarnos a nuevos horizontes. Se ha bloqueado la enseñanza de las Escrituras por no querer hacer uso de los medios tecnológicos. No podemos pretender una “Iglesia Virtual “porque es necesario que adoremos en la reunión de los santos en Cristo, pero es hora de dar entrada a la virtualidad. Una vez pase la crisis es necesario replantear cosas internamente.

Existen miedos de que las personas se acomoden y prefieran ser “miembros virtuales” en vez de serlo presenciales, pero tenemos en claro que las congregaciones que transmiten sus servicios tienen hoy en día mayor número de oyentes, tanto en miembros como en personas de otras denominaciones e inclusive no-creyentes.

Esta pandemia ha traído mucho dolor, sufrimiento, desempleo, deserción escolar, y es en tiempo de crisis donde la humanidad mayormente se pregunta acerca de la existencia, poder y amor de Dios; preguntas que tienen respuesta en las Escrituras. Desafortunadamente muchos creyentes hispanoparlantes, dice el libro no tienen las bases suficientes o claras para responderse estas preguntas. Hay un desconocimiento de que el sufrimiento hace parte en aquellos que decidimos seguir a Jesús.

Es necesario tener una formación bíblico-. teológica sana y solida con respecto a la existencia, carácter, atributos de Dios; la fe, el dolor y la misión de la iglesia en Cristo. El discipulado debe ser una exigencia no solo para pastores, lideres, servidores, sino en general para toda la iglesia, pero muchos desprecian los estudios. Es deber de todo cristiano tener estudios teológicos en oración, humildad y dedicación. Esto da la seguridad de la supervivencia y continuidad de una congregación, y los instrumentos para evangelización eficaz. Manifiesta el libro que muchos creyentes han venido formulando preguntas que denotan la falta de conocimiento entre el pueblo de Dios. Es momento de identificar y corregir las deficiencias que han llevado a tener iglesias anémicas, mal alimentadas.

¿Cómo confiar en alguien que no conozco?

¿Cómo concebimos a Dios en lo profundo de nuestro corazón? Son preguntas que formula el escritor.

Es hora de conocer al Dios de la Biblia, el Creador de los cielos y la tierra, fuente de toda sabiduría, perfecto en amor, santidad y justicia, que desea nuestra confianza y obediencia absoluta, llamados a crecer a la imagen de Cristo, viviendo para Su gloria y honra. Entendemos que no podemos conocerlo por completo, pero si debemos y conocerlo hasta donde Él nos ha permitido y deseado que le conozcamos. Es primordial hacer discípulos, hijos en la iglesia.

Hay doctrinas muy peligrosas como la “Teología de la Prosperidad” que llevan a muchos a convertirse creyendo que se puede condicionar a Dios, engañando con enseñanzas de que por “Aceptar a Cristo” ya todo problema, sufrimiento y demás se acabó.

Existen otras corrientes como los ateos que dicen: “Si Dios es bueno, entonces porque no previene el mal. Si es Dios sabe cómo prevenirlo, y si Todopoderoso entonces debe prevenirlo”. Y plantean: ¿Entonces porque sigue el mal y el sufrimiento?

El cristiano necesita el conocimiento correcto de dios, fundado exclusivamente en la revelación que El mismo nos ha dado de sí mismo en las Sagradas Escrituras. Cuando el creyente entienda el costo de seguir y servir a Jesús, entonces podrá sufrir sin quejarse de Dios. Para concluir el tema del sufrimiento, necesitamos preparar a las personas en nuestras iglesias a sufrir con gozo.

Otro tema de valor teológico con especial significado en la vida del seguidor de Cristo en medio de una crisis es el de la fe. Hoy en día los cristianos han sido expuestos a la doctrina antibíblica conocida como “Palabra de Fe”. Los promotores de la Palabra de Fe aseguran que la fuerza de la fe es gobernada por medio de leyes que operan aun afuera de la voluntad soberana de Dios. De hecho, Dios mismo está sujeto a esas leyes manipulables.

La Eclesiología es el estudio de la naturaleza, el propósito, la organización y la misión de la iglesia. Tema muy importante en medio de esta crisis. Los pastores necesitan trabajar intencionalmente en enseñarles a los seguidores de nuestro Señor a convertirse en una verdadera familia de la fe, en la cual todos los miembros participan activamente en el alcance evangelizador. Cuando la iglesia ha sido enseñada a ser la familia de la fe y a vivir en comunidad, la situación es totalmente diferente.

Debemos hacer discípulos que hagan discípulos. En la gran comisión vemos que hacer discípulos empieza con la evangelización, dice el autor. La crisis del Coronavirus ha traído a la luz la gran falta de líderes bien desarrollados en la iglesia local. Las deficiencias más importantes tienen que ver con inmadurez espiritual, enfermedad emocional y, en algunos casos, hasta caídas ministeriales y personales.

No olvidemos la misión de la iglesia, que primero es en la ayuda al necesitado, a los más vulnerables, pero a veces los mismos pastores y líderes no se involucran con los miembros, sino que pareciera que solo fueran números. No podemos olvidar que la labor social no es una opción sino una de las partes esenciales de la misión cristiana.

Somos los administradores de Dios y el coronavirus ha sacado muchas falencias administrativas a la luz. La falta de información actualizada y organizada impidió la participación de miembros cuidando a otros miembros y visitas en el nombre del Señor Jesús.

Estos tiempos de crisis no solo permiten tener una realidad objetiva acerca de las falencias internas de la comunidad, sino también es tiempo de reajustar las metas para que sean claras, concretas – especificas, contables, alcanzables, alineadas a la vida.

Este tiempo de quedarse en casa a permitido que muchos se puedan cuidar, es un tiempo de variedad de oportunidades en medio de la crisis.

El autor considera que la iglesia local saldrá diferente después del coronavirus.

Este ha sido un libro que muestra con toda claridad la realidad de la crisis que estamos viviendo. Es un libro que toca los puntos neurálgicos de la iglesia tanto local como hispanoparlante en América, pero de igual manera nos abre los ojos a la infinidad de oportunidades que se presentan de reevaluar, reinventar, incorporar la tecnología, y la necesidad de hacer discípulos firmes y conocedores de la verdad en Cristo, aprendiendo a ver el sufrimiento como parte activa de la vida cristiana y recibirlo con gozo, paz y esperanza, confiando en un Dios amoroso y todopoderoso.

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