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Blog de Estudios

Escrito por: Rubén Posligua Morales MSc.

Parte 2

 AMOR. La palabra castellana “amor” proviene de un rico vocabulario en hebreo, griego y latín. En el AT, estas palabras varían de una raíz que denota principalmente amor pasional, pero también afecto familiar y amistad; otra raíz que denota misericordia; y otra más con el significado de lealtad inquebrantable.

Aunque el alcance no es tan diverso como en el griego clásico, el NT incluye el término griego dominante αγαπαω (agapáo) y sus derivados, φιλεω (filéo) y sus derivados, y de raro uso στεργο (stergó) y sus derivados. Cada una de estas palabras también tiene un uso teológico. El término ερως (éros) nunca se usa en el NT.

El extraordinario y rico uso teológico de “amor” se basa en el carácter de Dios: De acuerdo con las Escrituras, Dios es amor (1 Jn. 4:8, 16).

A diferencia de la expresión humana de amor, el amor de Dios no necesita un objeto para existir, puesto que esa es su esencia misma. “Dios es eternalmente amor previo a, e independiente de, su amor por nosotros” (Cranfield, A Theological Word Book of the Bible, 135). Este carácter esencial es la única explicación suficiente para el amor de Dios por el hombre.

Nuestro amor a Dios es una reflexión del amor de Dios por nosotros, ya que el origen se halla en nuestra respuesta a su amor y no en una emanación de nuestro propio ser. Nuestra condición pecaminosa impide la posibilidad de que el amor puro brote de nuestro ser; puesto que el pecado nos ha contaminado tanto que nuestras actitudes y acciones son egoístas, no de amor.

Incluso el amor humano más sublime tiene el carácter de interés propio por provenir de una motivación netamente humana. El amor que se expresa en el mundo alejado de Dios es evidencia de la gracia preveniente de Dios, aun cuando el mundo no la considere como tal.

En suma, el amor depende de la gracia de Dios y es imposible sin ella. “Nosotros amamos”, dice 1 Juan 4:19, “porque él nos amó primero” (BA). La conciencia de tal dependencia de la gracia de Dios es el estado de los redimidos y se acentúa mientras crece el cristiano. Con la presencia del Espíritu Santo, el amor se convierte en la base de la existencia cristiana.

Esta realidad hace que la obediencia a los mandatos de Jesús sea una alegre respuesta al amor de Dios, no una carga onerosa.

Meditaba en su cuarto de estudio un predicador, buscando una ilustración sobre el amor.

De pronto entró en el cuarto su hijita pequeña, diciendo:

Papá, siéntame un poco sobre tus rodillas.
No, hijita, no puedo ahora; estoy muy ocupado contestó el padre.
Quisiera sentarme un momento en tus rodillas, súbeme, papá dijo ella.

El padre no pudo negarse a una súplica tan tierna, y tomó a la niña y la subió a sus rodillas, y dijo:
Hijita mía, ¿quieres mucho a papá?
Sí que te quiero contesta la niña, te quiero mucho, papá.
¿Cuánto me quieres, pues? preguntó el padre.

La niña colocó sus manecitas en las mejillas de su padre, y apretándolas suavemente, contestó con afecto:
Te quiero con todo mi corazón y con mis dos manos.

Esta respuesta encerraba en pocas palabras lo que debe entenderse por una dedicación completa, y dio al predicador el ejemplo que buscaba. Por Lerín, A. (2000). 500 ilustraciones. El Paso, TX: Casa Bautista de Publicaciones.

Espero sus preguntas sobre los temas que se han publicado con anterioridad y que este tema nos recuerde y ayude a mantener este gran amor por quien nos amó primero Grandes Bendiciones.

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