Ministerio Pastoral
Universidad Cristiana Logos
Blog de Estudios
Escrito por: Rubén Posligua Morales MSc.
Parte 1
Un Evangelio de alegría y de paz. No podía ser de otra manera. La salvación traída por Jesús-Mesías tiene como frutos la auténtica alegría y la paz perfecta, síntesis de los bienes prometidos para cada uno de nosotros.
David también nos conduce en la expresión de otra alegría. “Yo me alegré con los que me decían: ¡A la casa de Jehová iremos!” (Salmo 122:1). Asistir a la iglesia no es una tarea difícil cuando contemplamos lo que ocurre en el servicio religioso. Ahí oímos del amor incondicional de Dios por nosotros.
El salmista evocó la forma en que se deleitaba ante la posibilidad de ir a Jerusalén. Luego, se gozó en la experiencia de estar en verdad dentro de las puertas de la ciudad.
En el sermón aprendemos una y otra vez del gran sacrificio de Cristo a favor de nosotros. Este es el mismo evangelio antiguo que es nuevo para nosotros, cada vez que oímos del amor de Jesús.
Confesamos nuestros pecados y recibimos el perdón de Dios, y tenemos el privilegio de cantar alabanzas de Dios y hablarle con nuestras oraciones. Aquellos que se deleitan con la palabra de Dios anhelan asistir a la iglesia donde nos unimos a los demás creyentes en el culto a nuestro Dios y Salvador.
Un vínculo especial está formado por el Espíritu Santo entre los que se reúnen en la iglesia. Ahí hemos formado una maravillosa relación con nuestros amigos creyentes, y disfrutamos de su compañerismo cristiano.
Ahí tenemos la oportunidad de animarnos y edificarnos en la fe los unos a los otros. A través de este vínculo espiritual somos capaces de compartir las cargas unos con otros, y ofrecer nuestras oraciones para aquellos que las necesitan.
En nuestra congregación, somos capaces de formar amistades que son especialmente fuertes y duraderas, debido a nuestra confianza común en Cristo.
Como pastor yo siempre sentía que había un acercamiento entre mis miembros y yo, el cual era difícil de describir. Un pastor siempre tiene presente a sus miembros. Después que salí de una congregación a la que había servido desde su fundación, yo pensaba casi a diario en uno de los miembros e imaginaba lo que él o ella estaban haciendo.
Sé cómo se sintió el apóstol Pablo cuando él escribió a los fieles con que había comenzado en Filipos: “Siempre en todas mis oraciones ruego con gozo por todos vosotros, por vuestra comunión en el evangelio desde el primer día hasta ahora” (Filipenses 1:4, 5).
Un pastor puede observar fácilmente un vínculo de amistad entre sus miembros. Las preocupaciones que expresan el uno por el otro, la ayuda que ellos dan el uno al otro en tiempo de necesidad, el modo que ellos se refuerzan el uno al otro en la fe, y la alegría que ellos experimentan en la compañía de sus hermanos cristianos, refleja aquel lazo de la fe que únicamente se encuentra entre cristianos.
Cuando nos regocijamos en el Señor, también encontramos la alegría en la compañía de sus creyentes.